domingo, 8 junio 2025
Por: Ricardo Perdomo Pinzón
Donde quiera que busquemos su significado, encontraremos que la hipocresía es el actuar de manera contraria a los principios y valores que una persona sostiene o critica; fingiendo ser alguien diferente, para manipular y engañar a los demás. Es una forma de socavar la verdad, la confianza, la integridad y la transparencia en las relaciones humanas y en la sociedad en general.
El lamentable suceso del atentado en contra de Miguel Uribe Turbay, es un atentado contra la democracia de nuestro atribulado país; que ha colocado a prueba nuestra resiliencia como sociedad frente a momentos angustiosos que sacuden nuestra estructura social y política; también nos ha dejado al descubierto una vez más, la hipocresía infinita que tiene podridos a amplios sectores de nuestra sociedad.
Las imágenes del infausto episodio dirigido contra la humanidad y la vida de Miguel Uribe Turbay, no pueden ser más conmovedores y generadoras de pánico colectivo, por las circunstancias materiales y humanas en que ocurrió semejante crimen. Un adolescente huérfano de madre y de padre ausente, instrumentalizado por los enemigos declarados de la patria, para asesinar a otro joven, jugado por sus anhelos, con aciertos y desaciertos, propios de la condición humana, que bajo ninguna circunstancia, hacen merecedor a ningún ser humano, de la pena capital, a manos de quienes atentan contra la existencia misma de un país en crisis.
En reiteradas opiniones, hemos sostenido que negarnos a reconocer las exigencias de medio país que democráticamente voto por un cambio de tercio en nuestra faena nacional y el escalamiento de la pugnacidad de nuestras palabras y ataques a nuestros adversarios que piensan diferente, tarde o temprano nos llevarían como en efecto está pasando, a que nuestro país arda en llamas, desolación y muerte; ese será nuestro pan de cada dia, si seguimos en el deliberado propósito de arruinar y aniquilar física y moralmente a las personas, como ha venido ocurriendo en el presente cuatrienio presidencial.
El maltrato social e institucional en todos los aspectos que tocan la fibra humana, son fuente generadora de resentimientos y odios que muchas veces no tienen reversa y atentan contra la paz y la convivencia que reclamamos todos los nacionales. Si como colectivo social, no aceptamos que nuestro país está frente a una nueva agenda y coyuntura política histórica, reclamada por vastos sectores de la sociedad, estaremos condenados a transitar el túnel de la oscuridad y la muerte. Cada vez, que por virtud de las diferencias de opinión y pensamiento, maltratamos a una persona con expresiones y palabras que aniquilan la moral, la vida, honra y bienes de esa persona, estamos escalando el enfrentamiento social entre hermanos de una misma patria; pues debemos tener perfectamente claro, que ante cada acción agresiva de un ser humano, habrá una reacción de igual tenor, bien por parte del directamente ofendido, sus deudos y seguidores, que al igual que la víctima de la difamación, se sienten idénticamente atropellados y reaccionan de la misma o peor manera, pavimentando de asfalto rígido, el camino del abismo.
Escuchando las opiniones y declaraciones de los periodistas, políticos, empresarios y demás actores de nuestra violencia, sobre el violento y criminal atentado al senador Miguel Uribe Turbay, vino a mi ser, o mejor, sentí la necesidad irresistible de referirme a la HIOPOCRESIA NACIONAL; pues esos mismos periodistas, políticos y dirigentes opositores del gobierno, a quienes no quiero referirme, como aporte propio, para encontrar el camino de la armonía, son los mismos que han rociado de gasolina el país, hasta llevarlo al punto donde hemos llegado; y ahora se rasgan las vestiduras por lo ocurrido al senador Uribe Turbay, y están reclamando sensatez, tolerancia y respeto, que nunca han ofrecido al adversario político; como ha ocurrido con el presidente Petro, a quien a diario, han pretendido aniquilarlo moralmente y sin misericordia alguna, por el solo hecho de haberle ganado las elecciones presidenciales a los que siempre han tenido el sartén por el mango, repleto de privilegios excluyentes. Hemos llegado al extremo craso, de pedirle al presidente, que gobierne con el programa de quienes se oponen a su gobierno, olvidando que fue por el programa de Petro, en virtud del cual, la mayoría de colombianos lo elegimos presidente. Tengo la convicción y lo digo con honestidad personal, que en este desmadre nacional, de ataques y ofensas descomedidas de unos a otros, el senador Miguel Uribe Turbay, también ha caído como el que más, en ese baile de estiércol, sin darse cuenta que ha estado contribuyendo a esa polarización letal entre los colombianos.
Nota de cierre: Terminando esta nota dominical, me entero que la intervención al senador Uribe Turbay, ha sido exitosa. Damos gracias al todopoderoso por la iluminación al cuerpo médico que con sapiencia lo atendió y esperamos su pronta recuperación y regreso a la contienda electoral; pues la segunda oportunidad que le ha brindado la vida, lo convierten y obligan, a ser un mensajero de la paz y la concordia entre los colombianos.
A los medios de comunicación (que tienen la mayor cuota de responsabilidad en esta crisis y enfrentamientos entre nacionales hijos de una misma madre), la clase política y demás dirigentes del país, sin distingo alguno, le pedimos que practiquen lo que predican; pues abandonar el aniquilamiento mediático al presidente Petro (que tiene millones y millones de dolientes), será la cuota inicial del acuerdo nacional real que requiere nuestro país. Al presidente Petro, también le pedimos recuperar la paciencia y serenidad que siempre le admiramos, que asuma directamente sus responsabilidades como suprema autoridad administrativa en la labor de gobierno; compromisos y cambios que concertadamente pueden ser muy provechosos para el país; pues lo que a usted y sus seguidores nos duele, también les duele a los que equivocadamente a no, piensan diferente al gobierno.
A nosotros los ciudadanos del común, también nos cae muy bien un alto en el camino, que nos lleve a la prudencia, la serenidad, la tolerancia, el respeto, a no herir con palabras ofensivas a nuestros familiares, vecinos y amigos, que políticamente piensan diferente a nosotros; solo de esa manera, podremos recuperar la concordia y hermandad perdida; pues parodiando a Pambele, nuestro campeón mundial, quien después de muchos desafueros en su vida, llegó a la conclusión, que es mejor ser rico que pobre, y en el caso de nuestra vida patria, es mejor vivir en paz que vivir en guerra.
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