Dos recientes noticias del acabose de Colombia como potencia de la vida ensombrecen nuestro inmediato futuro. El mejor vividero planetario, envidia de los países desarrollados -agotados en sus recursos naturales-, tiene hasta el 2070 para ser habitado en condiciones de aparente normalidad geológica, en medio de grandes cataclismos y perturbaciones de los ecosistemas.

Al parecer, todo se derrumbará como un castillo de naipes: aguas, aire, tierra y fuego aceleran ahora su desequilibrio, de suyo una superficie ya tambaleante para nuestro inmenso pesar; estamos frente a un dolor pungente, con sabor a duelo. Los colombianos tendrán que migrar-huir en un clima inhóspito de carácter hemisférico continental en dirección norte, incluidas zonas de tendencias fascistas (derechistas), tan de moda en la época –con guerra declarada contra lo distinto-, incluidos Europa y EEUU, a la hora de una pretensión para ser acogidos en esas tierras por efectos de  supervivencia.

Nuestro país encabeza las afectaciones propias del cambio y de la crisis climática con al menos otras tres naciones más; es como una lista negra de una alianza de expertos y analistas convocada por la comunidad internacional.

Su belleza y armonía soportan condiciones amenazantes nunca antes vistas ni previstas a tan corto plazo. También se supo que el Nevado de Santa Isabel acaba de sucumbir en el Parque Natural de los Nevados en el Tolima, en el centro del país, por las olas de calor inclemente de los últimos cinco años, entre ellos el 2024, el año más caliente registrado en la historia del orbe terrestre. Los glaciares se acercan al ciento por ciento de su desaparición.

TORMENTO A LA VISTA

El presidente Petro, en medio de una cascada de revelaciones del último Consejo de Ministros sobre la corrupción billonaria en el país, hizo el dramático anuncio de la debilidad geográfica nuestra ante el fenómeno climatológico.

En el mundo de la ciencia es conocido lo que en menos de medio siglo convertirá a nuestra patria en un borroso recuerdo de la belleza y la prodigalidad con que fuimos dotados por la providencia divina. No obstante, algunos sectores se resisten a darle crédito a esos asertos trágicos, apocalípticos. Sus conclusiones se fundamentan en las locuras actuales del clima y el nerviosismo del reloj (con cambios en el 24-7) para lograr predecir con certeza tiempos y espacios de la Tierra, o para vaticinar condiciones meteorológicas firmes.

En los temas espirituales y religiosos, por ejemplo, se cree que existe una transformación actuante en la propia ubicación planetaria terrenal en el universo –que éste subirá un grado globalmente en la bóveda celeste alzando al planeta con su fuerza-; por igual, una alteración de las dimensiones conocidas y desconocidas (al menos unas seis más) con incidencia en el globo, y una alzada de las frecuencias vibratorias que identifican la materia y sus calidades morales, psíquicas.

La sensibilidad tiene un registro alto y sorprendente para vivir este momento de cambio, y hasta salir bien librado…