Debe estar muy complacido Germán Vargas Lleras, jefe de Cambio Radical, el mayor avalador de corruptos con tal de que tengan votos, con la elección espuria del nuevo magistrado de la Corte Constitucional, el ex defensor del Pueblo Carlos Camargo, el menos calificado de los ternados  y con origen politiquero más que jurídico, al cual contribuyó desde su columna dominical  en El Tiempo, satanizando en forma mendaz  y pérfida a la mejor candidata  María Patricia Balanta por su trayectoria académica  y de aquilatada jurista, -que sí hubiese garantizado verdadera independencia en sus decisiones como magistrada-, como la ficha del régimen del presidente Petro, como lo acostumbra a hacer la oposición  de jauría para atravesársele a cualquier propuesta o candidatura que apoye o postule por buenas que sean.

Porque, hay que reseñar la trayectoria del magistrado elegido, favorito en el Congreso  de vieja data por dispensar favores politiqueros como burócrata desde los cargos que desempeñara, especialmente como defensor del Pueblo y no por su trayectoria de  jurista, como que su nominación en la terna, -que debió ser integrada solo por mujeres para mantener las paridad de género- fue posible exclusivamente por el torcido clientelismo que pulula en estas elecciones, como que Camargo en la Defensoría contrató a esposas y parientes de al menos 7 de los 22 magistrados de la Corte Suprema, que no obstante haberse declarado impedidos para participar en la selección, fueron rechazados quedando libres para devolver los favores recibidos, a sabiendas de que estaba elegido por la politiquería que abunda en  el infectado Congreso.

Es decir, como se ha dicho, se trató de una elección contaminada y politiquera con la utilización del yo te nombro y después me eligen, como ocurrió con la segunda elección del inquisidor  Alejandro Ordóñez, la cual fue declarada nula por el Consejo de Estado, lo cual vislumbra que la elección de Camargo tiene que sufrir la misma suerte, para que sea posible una elección limpia de magistrado, pues lo que hay que hacer en forma urgente es una reforma a fondo para la elección de magistrados y en los organismos de control, que hay que rapársela a la clase politiquera  pensando en vincular a la academia con selecciones de mérito y con participación de pueblo calificado para la elección de los magistrados de la Corte Constitucional que administra justicia precisamente en nombre del pueblo, si queremos que tengamos independencia de la nefasta  politiquería.