Por: Ulpiano Manrique Plata - Fecha de publicación: 2024-10-20 08:26:39
El municipio de Baraya honra con su nombre al General Antonio Baraya, símbolo de valentía y lealtad a la causa independentista, cuyo legado y espíritu de lucha siguen vivos en esta región.
2024-10-20 08:26:39
Como el héroe que entregó su vida y armas en defensa de la libertad, Baraya representa el sacrificio por el bien común. Este municipio ha sido cuna de importantes líderes que han dejado una huella imborrable en la política colombiana. Entre ellos, el General Ulpiano Manrique Huergo, destacado oficial del Ejército Nacional y jefe divisionario del Tolima Grande, en el proceso de desegregación de los departamentos del Tolima y Huila. Su liderazgo fue clave en la creación de la Gendarmería en el departamento, y su labor como segundo gobernador y diputado del departamento es recordada con admiración. También sobresalen los exgobernadores: Rodrigo Manrique Medina y Jorge Eduardo Gechem Turbay, y la figura del ilustre exsenador de la Republica Guillermo Plazas Alcid, quien se desempeñó como exministro de Estado y alcalde de Neiva en varias oportunidades. Baraya sigue siendo un faro de liderazgo y ejemplo de compromiso con el futuro de Colombia.
El General Antonio Baraya y Ricaurte, nacido el 6 de noviembre de 1770 en San Juan de Girón (actual departamento de Santander), fue un destacado militar y político que jugó un papel crucial en la independencia de Colombia. Hijo de Francisco de Baraya, gobernador de Girón y Antioquia, y Rosalía Ricaurte, Baraya se formó militarmente en las filas del ejército realista español antes de unirse a la causa patriota.
Cuando se desató la Revuelta del 20 de julio de 1810 en Santafé de Bogotá, Baraya, entonces capitán del Batallón Auxiliar, fue una de las primeras figuras en alinearse con el movimiento independentista. Bajo su mando, las tropas se negaron a actuar en contra del pueblo, facilitando la consolidación de la Junta Suprema de Santafé. Esta actitud lo llevó a recibir el ascenso a teniente coronel y, poco después, fue nombrado comandante del recién creado Batallón de Voluntarios de la Guardia Nacional, contribuyendo a la formación del primer ejército patriota de Colombia.
Baraya se destacó en la primera batalla de la independencia en Palacio el 28 de marzo de 1811, donde, al mando de las fuerzas patriotas, derrotó a las tropas realistas bajo el mando del gobernador de Popayán, Miguel Tacón. Esta victoria le otorgó gran popularidad en Santafé, consolidando su reputación como uno de los líderes militares más importantes del proceso independentista.
Sin embargo, su carrera no estuvo exenta de controversias. Durante los conflictos internos entre centralistas y federalistas, Baraya, inicialmente aliado del presidente Antonio Nariño, cambió de bando y se unió a los federalistas, en parte influenciado por sus desacuerdos con el centralismo de Santafé. Esto lo llevó a enfrentarse directamente con Nariño, siendo derrotado en la batalla de Santafé el 9 de enero de 1813.
A pesar de su caída en desgracia política, Baraya continuó luchando por la causa patriota. Sin embargo, con la llegada de las tropas realistas bajo el mando de Pablo Morillo durante la reconquista española, fue perseguido y capturado cerca de Neiva, en el actual municipio que lleva su nombre, Baraya. En un acto de resistencia, Baraya decidió lanzar sus armas y documentos especiales al fondo de la Laguna de Las Nubes, evitando que cayeran en manos de las tropas realistas. Este gesto de valentía simbolizó su rechazo a rendirse ante la Corona española.
Baraya fue trasladado a Bogotá, donde permaneció encarcelado hasta su ejecución el 20 de julio de 1816 a los 46 años de edad, junto a otros mártires de la independencia como Pedro de la Lastra. Su vida, marcada por el coraje y la determinación en la lucha por la libertad, refleja las divisiones políticas que asolaron el proceso de independencia, especialmente el conflicto entre centralistas y federalistas, que retrasó la consolidación de una nación unida.
La historia de Antonio Baraya, desde sus primeros triunfos militares hasta su trágica muerte, simboliza la herencia de violencia y divisiones que persiguió a Colombia durante su lucha por la independencia. Las enemistades políticas, los resentimientos y las luchas internas retardaron el proceso de liberación, dejando un legado de conflictos que aún resuena en la historia contemporánea del país.
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Dios y Patria