Por: Maria Camila Gonzalez Mosquera

Una llamarada solar clasificada como X2.7 ha causado interrupciones en comunicaciones y energía en varios continentes, alertando a autoridades y científicos sobre posibles efectos más severos.

El 14 de mayo de 2025, una explosión solar de magnitud X2.7, originada en una región activa del Sol con alta actividad electromagnética, fue detectada por la NASA. Este fenómeno, conocido por su potencial disruptivo, ha empezado a afectar la Tierra, provocando cortes en las señales de radio en Europa, Asia y Medio Oriente, así como interferencias en las redes eléctricas del este de Estados Unidos.

La NASA y el Centro de Predicción del Clima Espacial de la NOAA están al frente de la monitorización y evaluación de los impactos. Estas agencias han emitido alertas y recomendaciones a los gobiernos y operadores de servicios críticos para mitigar los efectos adversos. Científicos especializados en el estudio del Sol están trabajando arduamente para prever la ocurrencia de nuevas eyecciones de masa coronal que podrían intensificar los problemas actuales.

Los efectos de la llamarada ya se han hecho sentir, pero el riesgo de incidentes más graves persiste. En 1989, una tormenta solar similar provocó un apagón extenso en Quebec, Canadá, lo que subraya la potencial gravedad de estas erupciones. La posibilidad de apagones eléctricos prolongados, fallos en sistemas de GPS y telecomunicaciones, así como la aparición de auroras boreales en latitudes inusuales, son escenarios que podrían desarrollarse si la actividad solar aumenta.

La situación actual resalta la importancia de un monitoreo constante del Sol y la implementación de sistemas de alerta temprana. Estos fenómenos no solo impactan la infraestructura tecnológica, sino que también ofrecen un recordatorio de la influencia que nuestro astro rey tiene sobre la Tierra. La preparación y prevención son clave para mitigar los riesgos asociados a estas impresionantes pero potencialmente devastadoras tormentas solares.