Fecha de publicación: 2024-11-18 09:08:55
Esto nos sucedió en el 2004, omito nombre. Un sábado cualquiera, un amigo que venía de Neiva a su finca llegó a mi casa a saludarme y a invitarme a unas copas. Recorrimos el pueblo sin encontrar a quien buscábamos, así que decidimos ir a la finca. Llegamos alrededor de las 8:30 de la noche.
2024-11-18 09:08:55
Al abrir el portón, noté algo raro y le comenté al ingeniero sobre la falta de seguridad de la puerta. Él me dijo que el mayordomo sabía que estaba en La Plata, y esa era la razón.
Parqueamos, apagamos las luces del carro y, al abrir las puertas, fuimos encañonados por unos hombres que dijeron ser del sexto frente de las FARC. Querían colaboración con unas reses para alimentar a su gente, ya que el gobierno los tenía acorralados y aguantando hambre. El ingeniero les dijo que se llevaran las que quisieran, pero ellos insistían en saber cuántas, porque no eran ladrones. Nos llevaron a la casa del mayordomo, donde ya los tenían encerrados en una habitación. Al ingeniero lo sentaron y a mí me llevaron a una piedra cerca del lago, apuntándome con un arma a la cabeza. Pensé que me iban a matar y echar al lago. Separarnos, era una táctica para meternos miedo y amedrentarnos.
Conducidos a la casa de la hacienda, nos encerraron con las manos atadas a la espalda. Al rato regresaron, nos acostaron atados y nos arroparon como niños porque esa noche iba a hacer frío, teníamos que descansar y prepararnos para una larga caminata hacia la montaña.
Eran más o menos las 10 de la noche. Fue una noche muy larga. Oímos el murmullo del río, el canto de las ranas, el sonido de los animales nocturnos, carros y motos que transitan, el avión que vuela a Quito, los mixtos de las tres y media que suben a las veredas a recoger gente para el día de mercado. Un calvario de seis horas. Cuando todo quedo en silencio, calculamos que se habían ido. Nos soltamos y llamamos al mayordomo, quien respondió con alegría que estaban bien.
La preocupación era que habían arreado unas 30 o 40 reses, pero no se sintieron camiones de carga, pensamos que las conduccian a las montañas de San Vicente o del rosal y salimos con el mayordomo a buscar el rastro, caminamos unos 600 o 700 metros, cómo buen vaquero, el mayordomo dijo que por esa zona no se las habían llevado, ya que el ganado va caminando y defecando.
Regresamos nos tomamos una taza de café y salimos a esperar un vehículo que nos llevara al pueblo, porque se habían llevado la camioneta. Un Jeep Willis nos condujo hacia La Plata. A unos 300 o 400 metros del instituto técnico agrícola, encontramos la camioneta abandonada por los secuestradores. La dejamos ahí y nos dirigimos a informar a las autoridades, la policía y el ejército estuvieron muy atentos y nos prestaron toda la colaboración.
Esa noche solo fue el susto del secuestro; no se robaron una sola res, ni nos llevaron cómo pretendían. Creemos que todo se frustró por la intención de la guerrilla de asaltar a Nataga a las 11 de la noche, la alerta de las autoridades y el vuelo del avión fantasma
Un solo ejemplo del daño psicológico.
Una noche después de los hechos, consumía licor con amigos en un establecimiento. Me pasé de tragos y, cuando dijeron que iban a cerrar, el susto fue grande. Salí corriendo diciendo que me iban a matar y que no me dejaran llevar. Este relato muestra el daño y la infamia del secuestro, y eso que fueron solo seis horas. ¿Qué tal los que llevan días, meses o años?
El secuestro es una experiencia traumática que causa un profundo daño psicológico, incluso si dura pocas horas. La incertidumbre, el miedo y la violencia psicológica dejan cicatrices duraderas en las víctimas. Es una práctica inhumana que debe ser erradicada para proteger la dignidad y la seguridad de las personas.