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Opinión

lunes, 19 mayo 2025

Madre

Por: Enrique Ramírez

Existen infinitas composiciones —canciones, baladas, versos, poesías, trovas, odas, romances, sonetos, coplas y estrofas— en todos los idiomas y géneros literarios que encarnan esos atributos únicos: amor, entrega, protección, guía, esfuerzo, paciencia, calidez, sacrificio, inspiración, fortaleza, abrazo, sabiduría, consuelo y vida.

Ese ser, fuente de virtud tan especial, ha sido elevado a lo divino en distintas culturas. Desde "Madre, vos sois el cielo" de la poesía china hasta la comparación persa: "Dios te habla a través de los susurros de tu madre", el amor maternal trasciende palabras y se convierte en un legado universal.

En nuestra cultura ancestral, las mujeres también poseen ese don espiritual al ser canales de vida. Al igual que la naturaleza, su maternidad está estrechamente ligada a la tierra, a la Pachamama o Madre Tierra. Ellas desempeñan un papel fundamental, no solo en la crianza y en la transmisión de conocimientos, sino también como guardianas de la sabiduría espiritual, cultural y medicinal de sus comunidades. Su rol va más allá de lo biológico, ya que abarca dimensiones sagradas y comunitarias.

En las últimas décadas, el legado ancestral se ha fusionado con la realidad actual: la guerra, la migración, la emancipación femenina y las cicatrices históricas.

Escuchamos dichos como “El corazón de una madre es el aula del niño” o el testimonio de un sobreviviente de la guerra: “Madre, tuve miedo de tu dolor porque era mío también”. También encontramos expresiones de rebeldía, como la que afirma: “Ella amaba a sus hijos, no con resignación, sino con furia”.

El realismo se hace evidente en relatos como Crónica de un vendedor de sangre, donde una madre vende su sangre para alimentar a su hijo. La opresión de género también marca la historia de las madres, quienes aprendieron que “El paraíso está bajo nuestros pies, pero nadie nos dijo que pasaríamos por espinas”. Asimismo, en Las mil y una noches, Scheherezada salva vidas con sus historias, convirtiéndose en una madre simbólica del reino.

Las madres son memorias de resistencia y, sobre todo, una voz que reclama su lugar en la historia.

Estudiaba y se celebró un encuentro universitario de teatro en Cali, y me impactó profundamente la obra del Teatro Libre de Bogotá, La madre, del escritor ruso Máximo Gorki. Tanto así que mi hijo se llama Pavel.

La protagonista, Pelageya Nilovna Vlasova—o simplemente “madre”—vive en la pobreza y la miseria junto a su esposo, un hombre borracho y abusivo que la trata con violencia y la deja con la responsabilidad de cuidar a su hijo, Pavel Vlasov.

La novela narra la transformación ideológica de una mujer sencilla y analfabeta, quien, influenciada por las ideas de su hijo, comienza a comprender las causas de la pobreza en la Rusia zarista. Cuando Pavel es desterrado a Siberia, ella aprende a leer, asume un papel más activo y encuentra un nuevo sentido en su vida. Al final, La madre se convierte en un poderoso testimonio de resistencia ante la injusticia y de transformación personal.

Madre: sepa que su luz nunca se apaga, porque en cada sueño nuestro, late el suyo. Gracias por ser nuestro refugio e inspiración. Las amamos más allá de las palabras.

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