La fórmula Política: Empoderamiento y empatía
Quienes nos preocupamos por la buena política, enfrentamos importantes obstáculos. La confianza en nuestras instituciones continúa decayendo, la credibilidad de nuestros líderes se ve cuestionada por la evidencia de mala conducta, corrupción, y una proporción considerable de ciudadanos parece preferir 'hechos alternativos'
a menudo asistidos hábilmente por parte de los medios. Responder a estos desafíos no será fácil, pero es fundamental. La historia nos llama una vez más a convocar un liderazgo que pueda navegar por un futuro mejor y seguro para todos, anclado en la inviolabilidad de los valores que definen nuestra humanidad.
Necesitamos comenzar revisando la idea y la práctica de la empatía. La empatía es un ingrediente vital del compromiso político exitoso y, diría yo, de una política pública exitosa. Ser capaz de entender cómo se ve y se siente el mundo desde el punto de vista de otra persona es clave para asegurar una apreciación sólida de por qué algunas ideas y prescripciones políticas se arraigan y por qué diferentes grupos reaccionarán de diferentes maneras. Valorar y desarrollar esta capacidad entre nuestros servidores públicos y nuestros políticos ayudará a mejorar el diseño de políticas y su comunicación. Proteger la empatía como una virtud política y de política pública requiere prestar atención a la integridad y la experiencia, ambas posiblemente necesitadas de rehabilitación en el clima político actual.
La integridad, la coherencia, la empatía, la determinación implacable, la humildad modesta, una brújula moral vinculante y la capacidad de motivar a las masas dentro del marco ético e ideológico inviolable de la política son atributos de liderazgo más relevantes hoy. Una amplitud de corazón dispuesta y capaz de elevarse por encima de lo mezquino y personal, junto con la profundidad intelectual necesaria para liderar la batalla de ideas para el establecimiento de una sociedad global digna, definen mejor las cualidades de liderazgo en estos tiempos difíciles. La arrogancia, la ignorancia, la obstinación, la jactancia y el 'chivo expiatorio' no tienen cabida en el léxico de elevar el liderazgo necesario para abordar las cuestiones controvertidas que enfrentamos. El verdadero liderazgo tiene que ver con la lealtad a los propósitos más amplios del día y que, cuando se enfrenta a una elección necesaria, no debe disculpas a otras múltiples lealtades. Se trata de investir la política con un alto propósito moral.
Los principales desafíos son erradicar la violencia contra las mujeres en la política y en el sector público administrativo, violencia que contribuye a entorpecer el camino de Colombia hacia la paridad en los cargos de elección, participación, dirección y de toma de decisiones. Para generar conciencia sobre la necesidad de aumentar la participación de las mujeres en los diferentes procesos y rechazar las diversas formas de violencia que enfrentamos, todos los sectores, gobierno, medios de comunicación, entidades, instituciones, la academia, colectivos y por supuesto la misma sociedad, deben ser promotores, validadores y quienes apoyen a las mujeres para que participen en política, seamos electas, nos ofrezcan las garantías y los espacios laborales; no por capricho, sino porque nos hemos preparado para asumir retos en las diferentes entidades, de esta manera se podrá configurar la democracia y reorientar el camino que nos lleve hacia la paridad.
En el ejercicio de nuestros derechos laborales y políticos, las mujeres a menudo enfrentamos humillaciones, bromas sexualizadas, insultos, rumores sobre nuestra vida privada y marginación. Las mujeres en política también sufrimos exclusión, constantes interrupciones en los debates y el financiamiento para las campañas electorales es insuficiente. Quiero que la política de mi país se transforme, romper estereotipos enfrentando el sexismo y la discriminación; me han atacado por ser mujer. Funcionarios en diferentes instituciones ignoran a las mujeres porque nuestra visión del desarrollo no es la misma.
En una asesoría política que realicé hace algunos meses a una mujer joven y talentosa que se está preparando y consolidando su aspiración política para las elecciones regionales, menciona que otro candidato le pidió que retirara su aspiración: “Me van a creer más que a ti porque yo soy un hombre y tengo dinero, así que no insistas en hacer campaña, retírate”, me dijo… A las mujeres siempre nos dicen que renunciemos, que nos hagamos a un lado y estas conductas también se repiten en los escenarios laborales, prima otorgarle una oportunidad laboral importante a un hombre con la excusa de cumplir requisitos inexistentes y vetar a una mujer con la preparación y experiencia para asumir el mismo espacio laboral. En este momento, solo perseverando, alzando nuestra voz, denunciando los hechos violentos que enfrentamos en los diferentes escenarios, podemos salir adelante, pero eso si trabajando y realizando acciones para que la violencia política y laboral no se normalice y todo se tenga que pasar por alto.
Si bien, Colombia aún debe adoptar un marco legal para abordar la violencia contra las mujeres en la vida política, existe un proceso institucional que guía a las víctimas a denunciar y recibir apoyo hasta que se resuelva su caso. La ley para la representación de la mujer está ahí, pero no se reconoce la necesidad de la mujer en los escenarios políticos y públicos. Hay un largo camino por recorrer. Necesitamos hacer alianzas sólidas entre mujeres para apoyarnos, porque independientemente de las visiones políticas, nuestra experiencia como mujeres es necesaria en la transformación de nuestra región.
Sin el feminismo, ninguna de nosotras estaría donde estamos ahora, la importancia de las agendas feministas es que no son un tema individual, sino que cada paso que damos es para miles de mujeres que ni siquiera conocemos. Mi consejo para todas aquellas mujeres que quieran entrar en política es que avancen y no se detengan, tienen que alcanzar sus metas, porque si no tienes metas no eres capaz de traspasar la barrera entre el miedo y el poder que todos tenemos.
No queremos que nuestros puntos de vista y valores sean cuestionados, por lo que nos enojamos, señalamos con el dedo, nos cerramos, dejándonos aún más divididos y quebrantados. Que yo sepa, no existen soluciones singulares ni antídotos fáciles para nuestra fragmentación. Pero creo que hay expectativa para nosotros, y creo que comienza con algo bastante simple: La empatía puede ser tan revolucionaria en nuestra vida cotidiana como institucionalmente dentro de sistemas como la justicia, la política, etc.
La empatía NO es simpatía. La empatía NO se trata de nuestra perspectiva. No se trata de colocar nuestros propios valores y estándares morales en otra persona. No se trata de nuestra percepción de lo correcto o lo incorrecto. No puede funcionar si nos negamos a mirar el mundo a través de cualquier otro lente que no sea el nuestro. La empatía NO significa que estamos dando aprobación. Y esto podría ser lo que más malinterpretamos. Lo creas o no, no tienes que estar de acuerdo con alguien para mostrarle empatía, ni tienes que estar de acuerdo en todos los aspectos políticos.
Cuando practicamos la empatía, no se trata de nosotros en absoluto. Las prácticas clave de las personas altamente efectivas es la capacidad de buscar primero entender, luego ser entendido. Y de eso se trata la empatía. Es renunciar a nuestros propios prejuicios, opiniones y marco de cómo interpretamos el mundo para comprender la situación de otra persona. Es simple, pero profundo. No nos cuesta nada, pero puede cambiarlo todo. Y, sin embargo, es difícil, porque preferimos no entrar en el incómodo espacio de aprender cómo es ser otra persona, especialmente alguien con una visión del mundo que contradice la nuestra.
No, no todos nos sentamos en el mismo lado político, moral, cultural, pero esa es exactamente la razón por la que necesitamos empatía, porque atraviesa nuestras diferencias y se centra en lo único que tenemos en común: nuestra humanidad. De ninguna manera estoy sugiriendo que practicar la empatía de repente resolverá la injusticia sistémica, la polarización política y las situaciones difíciles. Pero SÍ nos proporciona un punto de partida. Nos da una plataforma para el diálogo. Es una forma de obtener una visión más profunda de los matices de los problemas complejos. Nos ayuda a traer un poco de ilusión y lo mejor de todo: es algo en lo que todos tenemos la capacidad de participar, siempre que tengamos la voluntad.
Para finalizar les comparto un fragmento de mi libro EL VALOR DEL VOTO:
“Liderazgo es ejemplaridad, nadie puede sostener su jerarquía y su capacidad de mando, sin la credibilidad de su ejemplo. Liderazgo es compromiso, búsqueda de acuerdos y construcción consensuada con los otros de los objetivos comunes. De un líder esperamos compromiso, que esté informado de los problemas actuales y que actué, hemos aprendido a escuchar al otro, a ser más empáticos y a respetar las opiniones ajenas, no necesariamente lo aprendemos en las aulas de clase, los libros o manuales, esa necesidad de forjarnos un mejor presente y futuro hace que luchemos sin descanso por nuestros ideales, buscando cambiar la realidad que los más adultos nos heredaron”.