Banner Publicitario
Banner Publicitario
Opinión

domingo, 10 agosto 2025

Historias y anecdotas libradunas: viaje a san andrés (ii parte)

Por: Ricardo Perdomo Pinzón

Mientras el francés huía raudo, renegando por los desplantes de mi paisana y en una combinación rara de español y francés, diría, supongo yo; “yo no soy el más huevón de pagar la cuenta, si esa muchacha no quiere bailar conmigo y sin siquiera darme un piquito”; yo bailaba con la negra resignadamente, tratando de cogerle el paso a la experta bailadora; pues a mis 19 añitos bailaba como una nevera con rodachines: Para adelante y para atrás solamente (no tenía quiebre de cintura y el tronco se movía por un lado, y mis extremidades para el otro lado). Pronto los tragos de vodka comenzaron a surtir sus efectos y la negrita comenzó a darme sutiles y tiernos besitos en mis mejillas; y ahí fue que comenzó Cristo a padecer y  a sudar petróleo; pues a esa edad de adolescente, estaba semi virgen o ligeramente usado y nunca jamás, habían pasado por mi mente siquiera, deseos de comer mujer oscura, por más amable, chusca y sensual que fuera. De pronto el ambiente en la discoteca se puso tenso y  pare mis antenas, para ver qué era lo que pasaba. Rumores iban y venían en voz baja en el parche opita, avisando que el administrador de la discoteca se percató de la huida del francés sin pagar la cuenta y nos amenazó con llamar a la policía sino pagábamos. Mierda, que cacharro tan berraco, pensaba yo, sin pensar lo que me tocaría; y yo, que era el único muchacho del colegio que estaba en la discoteca y el más vaciado de todos, me tocó meterme la mano al dril y aportar tres mil pesitos de mi desvencijado presupuesto para pagar la cuenta y con ese descalabro económico, mi viaje comenzó a entrar en déficit.

 

Recuerdo que de tanta rabia que me dio por lo ocurrido, en un gesto de protesta y solidaridad con el burlado francés, le eché unos 783 madrazos mentales, a la paisana que arruinó mis finanzas. Yo no sabía qué hacer, puesto que no conocía la isla y de la frustración que tenía, no  me interesaba la ruinosa compañía. Me sentía íngrimo solo y asustado, en esas calles isleñas, sin mi parche Libraduno; estaba más extrañado que gallina en chiquero ajeno. De pronto la negra me dijo que la acompañara a la oficina a sacar unos documentos y que luego me dejaba en el hotel, ante lo cual, yo le dije que sí, sin saber lo que me esperaba. Eran pasadas las dos de la mañana y ella abrió la oficina y entramos; yo me quedé sentado en un sofá tapizado en hule color naranja, que estaba a la entrada de la oficina, a espetar que la negra saliera con sus documentos, y cuál no sería mi sorpresa - sagrado rostro -, al ver que la pantera negra salió en pelota y se me vino encima, como si fuera un ataque felino. Yo sentí tal angustia y miedo, que súbitamente una fiebre me invadió el cuerpo y pensé lo peor; que la negra me obligaría a una metidita, para calmar sus deseos con este flaco adolescente, que por aquella época, no me ponía la ropa, sino que me la colgaba. Acorralado y nervioso como estaba y en total indefensión; no tuve alternativa diferente a pensar en mi novia, para ponerme como pata de perro envenenado y chulundum;  ingresé al cuerpo escultural y de contracciones deliciosas, de esa guía maravillosa, quien finalmente me llevó en su taxi hasta el hotel, y me guardé el secreto de ese episodio, hasta la noche de hoy; aprovechando que mientras mi esposa duerme profunda, escribo esta historia, que bien me puede causar la expulsión del lecho matrimonial y un divorcio provocado; pues algunas mujeres casadas, le cobran celos a los maridos hasta por las pilatunas cometidas antes de conocerlas!

 

- ⁠Al segundo día, el profesor Castañeda, creyéndose asesor de comercio internacional, nos daba ideas de comprar cosas baratas, para venderlas caras en Neiva y ganarnos un buen billete de oportunidad. A mí me recomendó comprar ropa interior para dama marca Triunfo, que era muy fina según él; y yo que era un ignorante en la materia, tontamente acepté el consejo y resolví comprar cuatro mil quinientos pesos en calzones para mujer y me empacaron como 20 tangas hilo dental, que por aquellos tiempos no eran acogidas por las mujeres opitas, que solo utilizaban los  famosos atrapapedos, mata pasiones o calzones de cuello alto; y la inversión resultó un estruendoso fracaso, porque duré con esos calzones como cinco años sin poderlos vender, hasta cuando apareció una loca que quiso comprarlos, para venderlos así estuvieran amarillos de estar guardados; pues eran muy pocas las mujeres que en aquella época, se ponían hilo dental porque eran muy incomodos y las diferencias entre unos a otros, son considerables: En los calzones atrapapedos, hay que abrir los calzones para ver la nalga, mientras que en las tangas, hay que abrir la nalga para ver el hilo dental. Hace unos años me deje dar bombo de una dama que vende chucherías, quien me vendió la idea que los hombres nos veíamos más sexys, con hilo dental; y de irresponsable le compre unos pantaloncillos de esos y me los puse; me sentí tan incómodo con esa especie de grupa en medio de mis nalgas, que tuve que quitármelos a los 15 minutos y ¡ponerme la piola por delante!

 

- Dentro del itinerario turístico a la isla, estaba la visita al hoyo soplador, que causaba estragos en las faldas y vestidos de nuestras mujeres; pues cada vez que el hoyo soplaba, nuestras compañeras de viaje terminaban mostrando hasta el apellido (crespo, moreno, blanco, calvo, entre muchos más que no recuerdo).

 

- Al tercer día de la excursión, nos fuimos para el islote Johnny Cay, que término en un peligroso naufragio, comparable al que vivieron los millonarios que abordaron el Titanic. Resulta que dentro de los viajeros que abordamos la lancha, había un señor coloreto con cara de angustia; quien desde el mismo momento en que se subió a la lancha, comenzó a decir en voz alta: Nos hundimos…nos ahogamos….cuidado señor… yo me devuelvo!; y preciso, faltando como cien metros para llegar a la isla; la lancha se hundió y patos al agua; entregando angustiosos alaridos para que nos rescataran, como en efecto ocurrió; por fortuna, sin desgracias humanas y chupando prensa a nivel local. Ese es el poder de la mente: piense lo malo y llama lo malo; piense lo bueno y llama lo bueno. Cuando pienso en mujeres, ese poder me trae las mejores!

 

Recuerdo a mis compañeros Ángel Antonio Correa y Samael Vargas, que viajaron con nosotros y hoy ya no están, en este mundo historial.

Banner Publicitario
Banner Publicitario

© Dime Media S.A.S. Todos los derechos reservados || Sharrys Tech