Gobiernos en jaque
El ambiente en el inicio de año normalmente suele estar marcado por el optimismo, pero esta vez es diferente: el 2021 llegó con más interrogantes que certezas para la mayoría en el mundo, este año fue de grandes desafíos para los gobernantes.

Esta es la peor crisis en 100 años, con efectos y consecuencias sanitarias, económicas, sociales y políticas que permanecerán por varios años, con gran incertidumbre en un ambiente decreciente desencanto social. El Rol del Estado ha sido y será central frente a la emergencia y la recuperación de la pandemia, pero ha presentado limitaciones que han abierto brechas en la respuesta y ha faltado un acercamiento más directo con la ciudadanía, a nivel local. El desempeño de los gobiernos será evaluado por muchos actores, sus decisiones y sus insuficiencias, podrían ser percibidas por la ciudadanía con desconfianza, complicando el clima político y la gobernabilidad de la reconstrucción post pandemia.
La transición y la recuperación, requerirán de pactos políticos y sociales de largo alcance, construidos con la participación de muchos actores, que mediante el diálogo y liderazgos transformadores, permita avanzar hacia consensos para universalizar la protección social, la salud y reorientar el desarrollo sobre la base de la igualdad, con políticas fiscales redistributivas, industriales y ambientales para la sostenibilidad.
La solidaridad regional e internacional es esencial para cerrar asimetrías globales con base en valores comunes y responsabilidades compartidas, contribuir desde la región con una voz unida para garantizar la provisión de bienes públicos, salud universal, seguridad climática, paz y estabilidad financiera.
Previo al Covid-19, la ciudadanía de varios países expresaba en las calles un serio desencanto con el modelo y una desconfianza con los liderazgos políticos nacionales, un modelo asociado a tres décadas de concentración de riqueza y deterioro ambiental con límites respecto a la inclusión de amplias mayorías en sus promesas de bienestar, el Covid-19 magnífico esta realidad, instituciones políticas capturadas por las elites, sin escuchar el clamor ciudadano y sin dimensionar la profundidad del descontento.
La cultura del privilegio naturaliza jerarquías sociales, las desigualdades, la discriminación y las asimetrías de acceso a los frutos del progreso, la deliberación política y los activos productivos se develó como la razón de los abusos y la falta de oportunidades reales para progresar: solo avanzan los de siempre.
El mundo del trabajo sigue siendo origen de gran parte de las desigualdades y que en lugar de constituirse como un espacio de reconocimiento recíproco se profundizan las brechas de ingresos, cobertura de seguridad social, salud y la carga de trabajo no remunerado en las mujeres, las profundas desigualdades de la región quedaron desnudas en todo su dramatismo e injusticia.
Covid-19 evidenció y magnificó problemas estructurales del modelo de desarrollo en América Latina y el Caribe. Lo público ha carecido de capacidad suficiente de respuesta y se evidenció la mercantilización de los sistemas de salud en muchos países. Los gobernantes le deben su estatus a la población, es por ellos y para ellos que se debe trabajar incansablemente para que esa población alcance el grado de sostenibilidad mediante políticas públicas desarrolladas para satisfacer sus necesidades básicas.