lunes, 16 junio 2025
Por: Enrique Ramírez
¡Qué alegría ver a un señor de 101 años, con fuerza y esperanza, marchando en Cali ayer, domingo, en la Marcha del Silencio!. Me recordó un discurso histórico de Jorge Eliécer Gaitán en 1948: la "Oración por la paz". En él, se dirigió al presidente Mariano Ospina Pérez para pedirle que tomara medidas que detuvieran la violencia y restauraran la paz en el país.
Gaitán destacó que el pueblo, a pesar del dolor, guardó silencio. Pidió devolver la tranquilidad pública y proteger la vida, enfatizando que los colombianos no eran cobardes y estaban dispuestos a sacrificarse para salvar la paz y la libertad. Terminó su discurso instando a aprovechar las capacidades laborales del pueblo en beneficio del progreso, en lugar de fomentar la violencia y la destrucción.
Inició con estas palabras:
"Serenamente, tranquilamente, con la emoción que atraviesa el espíritu de los hombres que llenan esta plaza, con esa emoción profunda, pedimos que ejerzáis vuestro mandato en favor de la tranquilidad pública."
Sus palabras reflejan la misma indignación de hoy:
"Os pedimos que nuestra patria no siga por caminos que nos avergüenzan ante propios y extraños."
Con dignidad, advirtió:
"Somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado... somos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la paz."
Y terminó diciendo:
"Bienaventurados los que no ocultan la crueldad de su corazón, los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar los sentimientos de rencor y exterminio."
Hoy dedico, a esas vidas que ya no están, pero cuyos recuerdos nos acompañarán en la historia de luto de nuestro municipio.
Cuántas vías para llegar, y la muerte nos sorprende cambiando el camino. La muerte no es solo nostalgia; es la evidencia que altera los hechos. Las sociedades deben hablar de quienes partieron como un acto de coraje y fidelidad, cuyo legado fue truncado por la violencia: crímenes que fracturan el tejido democrático.
Aún no superamos el dolor causado por el atentado de Semana Santa:dos jóvenes, Trujillo Peña, asesinados; 31 heridos por la crueldad de desquiciados que buscaban sembrar terror. Y la muerte de la esperanza: la agente de policía **María Alejandra Vieda Almario, asesinada a traición, por la espalda, antes incluso de completar su juramento de servir a la patria. **En el violento Viejo Oeste al menos había lealtad: "¡Defiéndete, saca tu pistola, que te voy a matar!. Hoy matan primero y después preguntan de qué murió.¡Irónico!
Lamentable el atentado contra el candidato presidencial Miguel Uribe Turbay. Como todos los colombianos, estoy convencido de que saldrá de ese trance entre la vida y la muerte, evitando sumarse a la trágica lista de más de siete candidatos presidenciales asesinados: **Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa, Carlos Pizarro Leongómez y Álvaro Gómez Hurtado.
Para terminar, con dolor en el alma: matar a mansalva a un indefenso es la peor vileza. La justicia clama ante tanta crueldad. Que el dolor no eclipse la verdad, ni el miedo silencie la lucha. Honor a quien cayó; vergüenza eterna al cobarde que apuñaló por la espalda.
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