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Opinión

lunes, 7 julio 2025

El verdadero lujo

Por: Enrique Ramírez

El verdadero lujo reside en las experiencias humanas que el dinero no puede comprar ni reemplazar jamás.

Me encontré en la web una reflexión atribuida a Clint Eastwood, actor y director cinematográfico de 94 años, conocido por películas como Por un puñado de dólares, El bueno, el malo y el feo, Harry el sucio, La fuga de Alcatraz, entre muchas otras. Quiero compartirla con ustedes:
"No busques el lujo en relojes, pulseras, mansiones o veleros. El verdadero lujo son las risas y los amigos, no estar enfermo, la lluvia en la cara, los abrazos y los besos. No busques el lujo en tiendas, regalos, fiestas o eventos. El lujo es que la gente te quiera, que te respeten, que vivan tus padres y poder jugar con tus nietos. El lujo son esas pequeñas cosas que no se pueden comprar con dinero."

La definición de “lujo” según Clint Eastwood no solo es conmovedora, sino profundamente filosófica, ya que se alinea con pensamientos antiguos y modernos que privilegian lo intangible sobre lo acumulable. Su mensaje representa una crítica a los valores materiales de la sociedad contemporánea y, al mismo tiempo, una celebración de la vida plena. A sus 94 años, habla desde la experiencia de quien ha visto desvanecerse ilusiones superficiales y consolidarse lo verdaderamente valioso.

Desmitifica el lujo material —relojes, mansiones, veleros— por ser efímero y vacío, y nos invita a no confundir el consumo con el éxito. La felicidad que proporcionan los bienes materiales es pasajera; en cambio, la satisfacción duradera proviene de fuentes más profundas.

Los verdaderos lujos son cotidianos, accesibles y, sin embargo, frecuentemente ignorados: la salud ("no estar enfermo") como base del bienestar —como dijo un pensador: "La salud no lo es todo, pero sin ella, todo lo demás es nada"—; el amor y el respeto, únicas riquezas que realmente trascienden; y los lazos familiares ("vivir tus padres, jugar con tus nietos"), considerados sagrados por muchas culturas ancestrales. Incluso un gesto poético como “la lluvia en la cara” evoca gratitud por las cosas simples.

Este mensaje resuena con la filosofía de Epicuro: "¿Quieres ser rico? No acumules dinero, sino reduce tus deseos". La felicidad, según él, no reside en el placer superficial, sino en la ausencia de dolor, la amistad y la contemplación. Lo más valioso —como insiste Eastwood— es aquello que el mercado no puede empaquetar.

Clint nos recuerda que la verdadera riqueza se mide en risas compartidas, en tiempo regalado y en la lluvia que nos acaricia el rostro sin prisa. Es un manifiesto humanista para un planeta agobiado por el consumo: el mayor lujo está al alcance de la mano.

Por costosos que sean, los objetos no garantizan felicidad. Un reloj marca la hora, pero no detiene el tiempo ni revive momentos perdidos. Una mansión ofrece comodidad, pero no calidez humana. En cambio, las risas con amigos, los besos sinceros y los abrazos espontáneos no tienen precio: son expresiones de vida, conexión y amor. En un mundo donde la soledad es cada vez más común, el afecto y el respeto enriquecen el alma.

Al final, el verdadero lujo no es el dinero, sino las experiencias que nos hacen sentir vivos.

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