Gran parte de la estructura psicológica, social, económica y de engranaje del mundo, radica  en la familia, ese soporte vital , de valores , emocional  especialmente en momentos difíciles , produce  un poder  de fortaleza  colectiva,  que fomenta el desarrollo personal de seguridad  y el sentido de pertenencia, que sienta las bases  para individuos que construyen sociedad, esas son los parámetros   que están establecidas  para que organizaciones  del mundo  se consoliden,  teniendo como ejemplo una familia.

Quienes  crecimos  en familias  grandes, disfrutando la convivencia  de los padres, hermanos  y cada uno de los miembros que   forman nuestro núcleo familiar,, bajo los principios de amor, respeto,  obediencia, resiliencia  y proyección  de desarrollo  emocional y personal, logramos la fuerza unificadora, capaz  de enfrentar desafíos  y celebrar  logros de manera conjunta, esto además  se obtiene con respeto mutuo, comunicación y compromiso. Ese poder nos permite enfrentar el mundo exterior.

¿Cuánto  extrañamos el encuentro familiar? Contamos los días, cuando ya  van a llegar las vacaciones, porque deseamos reencontrarnos con nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros sobrinos y cada uno de los  que conforman nuestra familia, no hay nada más sanador  que el abrazo  sincero de un hermano, de nuestro padre, de nuestra madre, de un sobrino, es volver  a ese hogar  donde  aprendió a vivir a  soportar, a llorar,  a reír, que  hermoso y reconfortante es el encuentro  con  todos  los integrantes de ese  núcleo  del cual jamás  se podrá deshacer.

Hoy cuando las familias son pequeñas, cuando   los hijos no llegan, cuando  se prefiere una mascota y no un ser humano, cuando prácticamente  la estructura de familia se ha  ido desapareciendo, comenzamos a ver averías en muchos desarrollos individuales y colectivos, dejando secuelas en el respeto, en el temor, trayendo consecuencias como la destrucción, el odio complementado con violencia no solo verbal sino  agresiva  sin importar que vida se pierda.

Sería importante  una  recapacitación global, donde  se ponga de presente  la organización familiar, donde cada ser humano, sin importar  a que grupo político,  que religión o que color de piel  tenga, vuelva  a pensar en consolidar una familia, para darle al mundo la posibilidad de crear  personas nuevas con proyectos  que  humanamente beneficien al entorno que lo rodea. La familia es el eje fundamental para consolidar un mundo nuevo.