Por: Ulpiano Manrique Plata - Fecha de publicación: 2024-10-06 08:57:57
Durante los siglos XX y XXI, nuestro país ha sido escenario de conspiraciones indiscriminadas para eliminar a líderes sociales que promueven la paz, fomentando el caos y dividiendo al pueblo entre izquierda y derecha.
2024-10-06 08:57:57
Esta estrategia, evocadora de las antiguas luchas entre centralistas y federalistas y posteriormente entre conservadores y liberales, tiene como fin perpetuar el poder de la élite económica a través de la violencia. Este patrón nos remite al asesinato del mariscal Antonio José de Sucre, una figura clave en la independencia de América Latina.
Sucre, nacido en Cumaná (actual Venezuela) el 3 de febrero de 1795, destacó por su liderazgo militar y cercanía con Simón Bolívar. Juntos lucharon por el sueño de una Gran Colombia que abarcaba Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. En 1824, Sucre aseguró la independencia de Perú en la Batalla de Ayacucho, consolidando la libertad sudamericana y ganándose el título de Gran Mariscal de Ayacucho. También fue fundamental en la independencia de Ecuador, destacándose en la Batalla de Pichincha en 1822.
A pesar de sus logros militares, Sucre era un firme defensor de la paz y el republicanismo. Fue presidente de Bolivia en 1825, pero su verdadera vocación era la estabilidad y justicia para las nuevas naciones. Sin embargo, su vida estuvo marcada por intrigas políticas. La Gran Colombia, el ideal bolivariano, se desmoronaba por las tensiones entre centralistas y federalistas. En este contexto, Sucre fue emboscado y asesinado el 4 de junio de 1830 en las montañas de Berruecos, en Nariño, a los 35 años de edad. Su muerte fue atribuida a conspiradores políticos que temían su lealtad a Bolívar.
El asesinato de Sucre sigue siendo uno de los episodios más oscuros de nuestra historia. Aunque varios sospechosos, como José María Obando, fueron identificados, nunca se esclarecieron del todo los responsables. Bolívar recibió la noticia con profundo dolor, expresando: "Se ha derramado la sangre de Abel", refiriéndose a Sucre como un hombre justo, víctima de la traición y la envidia.
El crimen de Sucre marcó el inicio del fin para la Gran Colombia. Su asesinato no solo fue una tragedia personal, sino una traición a los ideales de libertad y unidad latinoamericana que ambos, Bolívar y Sucre, habían forjado con tanto sacrificio. Su muerte dejó un vacío inmenso en el movimiento independentista, y las figuras detrás del complot siguen envueltas en misterio.
Simón Bolívar murió pocos meses después de Sucre, derrotado por el colapso de su sueño de una América unida. La muerte del Mariscal de Ayacucho simboliza el declive de un proyecto continental y nos recuerda los desafíos que enfrentan aquellos que luchan por el bienestar de los pueblos.
Sucre fue más que un líder militar; fue un visionario que dio todo por la causa de la independencia y la justicia. A 194 años de su muerte, su legado como mártir de la libertad y la unidad latinoamericana sigue inspirándonos en la búsqueda de la justicia, la paz y la integración de nuestra región. Su sacrificio nos invita a reflexionar sobre los desafíos de quienes luchan por el bienestar común, enfrentando intrigas y traiciones en su camino.