En las últimas décadas, el dirigente de las prenderías y casas de empeño de esta capital, Rubiel Ciceri Arrigui, pedía razones sobre lo que consideraba un ‘machete’ anual de la Cámara de Comercio de Neiva en el cobro reiterativo de sus servicios privados, impuestos, forzados a la actividad mercantil.
. El líder representaba a la legendaria prendería ‘El Chamaco’ de la carrera tercera, y en los días de balance trimestral, de pago de impuestos, al comienzo de cada anualidad, refunfuñaba duro sobre el tema, sin encontrar respuesta de los gremios con asiento en la junta directiva de la cámara. Muchos en esa entidad tenían escriturado su asiento y siempre votaban de igual manera, perpetuando al gerente de turno durante décadas. Se trataba de una permanente captación de dineros públicos con destino a la élite, a los grupos dominantes, a las castas regionales, por aparentes caprichos del legislador, casi siempre salido de esos mismos sectores privilegiados que legislan en su propio beneficio y lucro, con acceso a la puerta giratoria entre gobierno y sector público comercial-empresarial en materia de puestos y poder temporal. Cada año tenía (y tiene aún) un carácter obligatorio ese trámite para obtener la codiciada renovación de matrícula mercantil y los certificados de existencia y representación legal en esa entidad para todos los negocios formales e informales del territorio. Una empresa o razón social sin esos papeles estaba condenada al ostracismo, a la invisibilidad. El señor Ciceri afirmaba que era como si cada año iniciarán sus actividades de cero y con proyección a 12 meses, aun con el riesgo de quiebra, o de fracaso. Él, pensaba que con un solo pago del certificado bastaba, mientras tuviera vigencia la actividad desarrollada, durante días, meses, años, en adelante. Sus afirmaciones tenían un sentido lógico que hoy cobra vigencia frente al nuevo gobierno nacional.
LOS TENDEROS
Gustavo Petro acaba de llevar ‘a conocer’ el interior del Palacio al gremio nacional de los tenderos, a sus voceros. Se mostraron deslumbrados ellos por la amabilidad del presidente y de su entorno, algo rayano con la humildad. El presidente dijo que en adelante sus representantes directos en los asientos de las cúpulas de las cámaras, reservados al gobierno nacional, serán los tenderos de barrio, pues nadie más que estos empresarios conoce el oficio del mercado de bienes de consumo. Aunque no lo parezca, ostentan un poder popular no estimado por los grupos dominantes, y su oficio tiende a ser estable y definitivo para la vida social. Mueven el 80 por ciento de la economía, según Petro. En principio, los pequeños comerciantes pidieron que se elimine de plano la intermediación especulativa de los grupos que acaparan los productos que llegan al consumidor final en alza permanente. Luego, hablaron del carácter excluyente que se entroniza en los dominadores habituales del sector, en los gremios clasistas, que ponen y quitan. Nadie más que Petro aborda los fenómenos concomitantes con la conducción social del país durante décadas perdidas. Cabe señalar algunas particularidades del tema: 1- la digitalización, la red, la época, eximen a los comerciantes de esos controles antiguos –que quieren permanecer con terquedad-, propios de una especie de modelo intervencionista de la economía –pero en manos extrañas, intrusivas-. No es necesario pedir permiso para producir, trabajar, todavía más en el mundo virtual (valdría recordar a Uber). No obstante, el gobierno debe intervenir en beneficio de la economía masiva, del emprendimiento colectivo, sin la acostumbrada discriminación. 2- La plata recaudada por las cámaras tiene origen público pero va con destino a ganancias privadas de las élites, sin beneficiar a los ciudadanos comunes, a la población, al sector productivo real. 3- Los certificados de las cámaras fungían como patentes de corso para invadir, especular, abusar, falsear, en muchos grupos informales, y de prácticas irregulares, sin tener conexión con el sector público, con la riqueza social distributiva. Entre ellas, la compraventa de los espacios públicos acaparados en las ciudades se autenticaba de alguna manera en sus certificaciones anuales. 4- La temporalidad de las grandes empresas contratistas comprometidas con actos de posible corrupción, permeaba la fe pública, en cuanto diluía muchas responsabilidades de ley. 5- Las cámaras no presentaban cuentas reales sobre sus maniobras y actividades del gasto, frente a las inversiones de una actividad permanente, coercitiva, de cuantiosas ganancias en acumulación. N. de R: Hablamos en pasado, aunque la situación permanece inamovible hasta tanto se surtan cambios en la estructura orgánica de las cámaras.
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